Casi como si se tratara de la gran novela de Julio Verne «Viaje al centro de la Tierra», me aventuro a reescribir ese título, hablando de otro centro, el centro del corazón. Pero eso sí, el corazón es una parte de nuestro cuerpo que parece que alberga el núcleo, la raiz de todo nuestro emocionalidad. O quizá estaba yo hablando de otro corazón … ese corazón físico que bombea, como un máquina mágica sin fin sangre a todo nuestro cuerpo, y sin la cual nuestro cuerpo se marchitaría, como se marchita una planta al no recibir agua. El corazón lo es todo, aunque es cierto, que también necesita de ese otro centro y núcleo neurálgico que es el cerebro. El corazón es ese gran distribuidor de maquinaria hidráulica que irriga todo nuestro cuerpo de esa sangre tan necesaria como misteriosa. Todo ello, para que las células de nuestro cuerpo, esos diminutos compuestos atómicos que conforman y moldean nuestro cuerpo, reciban ese preciado oxígeno que las células de la sangre transportan y que las células de todo nuestro armazón vital necesitan para poder sobrevivir de forma atómica, y poder realizar esas tareas especializadas que nuestro cuerpo y código genético ha destinado para ellas. Complejo diseño para un complejo desarrollo de los seres vivos, que se componen de células básicas, que se agrupan especializándose, y conformando un maravilloso puzzle de vida organizada, en un cuerpo que se mueve al unísono, como si de una gran ciudad o mundo se tratara. Porque al final cada vida es un maravilloso mundo que lucha por desarrollarse y florecer en su entorno.
Y el corazón es el gran capitán, el que marca la vida y la muerte, el que dice si el pulgar se verá hacia arriba o por el contrario caerá hacia el suelo en signo de muerte y desolación como en la antigua Roma. El corazón domina los ritmos, los latidos de la vida, los pálpitos del destino, el futuro del cuerpo y la máquina de nuestros deseos. Regula la intensidad de los movimientos, la potencia de las acciones, la esencia de los sutiles movimientos del cuerpo cuando sostiene una flor entre sus dedos. El corazón es vida, es esperanza, es futuro, es presente, es el pasado de nuestro cuerpo, y el que nos guiará a través del intrincado camino de nuestra existencia.
Si miramos con atención, nos damos cuenta de que no es más que una bomba hidráulica, una bomba hidráulica que funciona recibiendo sangre sin oxígeno, y emitiendo sangre oxigenada desde ese pulmón que recibe el oxígeno del exterior y carga esos compartimentos de oxígeno como el que carga un tren de mercancías, para poder transportarlo al resto del cuerpo y así alimentar la necesidad de oxígeno de las células. Pero resulta casi mágico que esa bomba funcione desde el inicio de la vida de forma ininterrumpida, y no deje de funcionar durante años. Hay pocas máquinas que pueden hacer eso sin hacer pequeñas paradas para volver a funcionar, pero sin embargo el corazón no desiste en su empeño y su voluntad de ser el eje y centro de ese cuerpo que lo mueve todo. Porque un cuerpo podría vivir con un cerebro atrofiado pero con un corazón trabajador e impenitente, y sin embargo, un cuerpo no podría vivir con un cerebro lúcido y brillante pero con un corazón inválido e incapaz, la muerte del cuerpo sería segura. Y a pesar de todo, el cerebro y el corazón son los centros de ese universo personal e intransferible que forma el cuerpo humano, y que catalizan la vida más increíble en cuanto a complejidad que conocemos. Y sigo pensando que es la más maravillosa máquina hidráulica que existe. Y a veces pienso: «¿a quién se le ocurrió? ¿fue fruto de la evolución?» Darwin nos habla de eso, y de la evolución de las especies, pero resulta inimaginable como y cuanto tiempo tiene que pasar para que algo evolucione así, y de esa forma tan especializada. ¿Ha habido intervención externa en la evolución? ¿Hibridación? Preguntas y más preguntas sin respuesta, que quedarán flotando hasta la eternidad, porque esto es algo que jamás sabremos. Nuestra especie, conforme avanza en su comprensión, se adentra en la selva de la ignorancia y el desafío de la verdad de los hechos, pero no podrá nunca saber la verdad de lo acontecido, porque es tan complejo que supera con creces nuestro entendimiento. Y es verdad, que cada vez sabemos más, pero cuanto más sabemos, más nos queda por saber, es un sistema infinito y en progresión geométrica de sabiduría, donde a cada puerta que abres, llegas a una habitación con más puertas, y así recursivamente e infinitamente en el tiempo.
Pero, ¡qué importante es nuestro corazón!! Lo sabemos, sí, y lo intuimos fuertemente, desde el momento que oimos sus latidos rítmicos y acompasados. Es algo innato y existencial … algo tan relevante, que nos acompaña a diario, como una información vital y necesaria, como un monitor de presencia y de existencia. Pero dicen, que en el corazón está lo más profundo de nuestro ser, el centro de las emociones, el epicentro del buen o mal carácter de los seres humanos. Ese corazón que puede ser de león, de acero, de piedra, débil, hambriento, malvado, todo corazón, generoso, indomable, sincero, negro, enamorado, valiente, audaz, puro … El corazón siempre ha tenido atribuciones variadas y muy emocionales, que revelan el espíritu de la persona que lo porta, y que desvela el carácter de ese individuo de una forma tan magnífica. No hay mejor descripción de una persona y su vitalidad que cuando se apela a su corazón. En realidad, es porque sabemos que es el centro de nosotros mismos, y viajar a su interior es como hacer un viaje al mismísimo centro de la Tierra, es viajar al centro de nuestra existencia para descubrir qué es lo que hay allí, quién lo habita, qué sentimientos y qué designios le aguardan.
Trabajamos con corazón, amamos con el corazón, dibujamos corazones de emoción y siempre que necesitamos hacer algo con la emoción, le ponemos corazón. El corazón lo es todo, es el motor de nuestra maquinaria, y los motores suelen valer más de la mitad de la máquina. Pero sobre todo, debemos conservarlo puro y claro ante las injusticias y maldades de la vida, porque quien es puro de corazón, siempre vive en el corazón de todos los demás, y no hay nada más bello que vivir en más corazones que el que uno posee. Conseguir eso es conseguir vivir en más vidas de las que uno pueda imaginar, es saber que tu vida vale mucho más que tu único corazón.