Verde plata, el color de la mar en una tarde de verano. Según estaba flotando en esa calma acuosa de verano en una tarde calurosa, pensaba en ese color, y me invadió el sentimiento de que ese color fuera mío, mi propia invención, como si a nadie se le hubiera ocurrido nunca, y aun no habiéndolo comprobado, estoy casi seguro de que ya existía, pero para mi era como si lo hubiese inventado en mi interior, mi color. Un color verde marino con unos reflejos de plata que hacen que un baño en la tarde sea la experiencia más maravillosa y refrescante que exista. Y continuaba pensando en aquello, y recalé en mis pensamientos y en como se desarrollan algunos acontecimientos en la vida, casi sin querer, y de forma consciente y subsconsciente.
Uno en la vida hace su camino, en función de sus necesidades, sus virtudes, sus habilidades, … encuentra a las personas que le son afines o que les aportan nuevas experiencias y aprendizajes. Y quisiera pensar que siempre uno elige bien, y quisiera saber si uno hizo lo mejor que podía haber hecho. Pero me temo que esa pregunta tiene una respuesta inmediata. No, no siempre hacemos las cosas como debemos e incluso como queremos, y en ocasiones cometemos errores graves que hacen que aunque nuestras intenciones hayan sido las mejores y las más nobles, desbaratan algo importante que habíamos anhelado con fuerza o construido con denuedo y dedicación. Cada uno en su imaginario tiene un bagaje personal de experiencias incontables que seguramente certifican estas palabras. Lo peor de eso, es que hay veces que hay situaciones que se tornan en pequeños dramatismos internos que no nos permiten avanzar en la realidad presente y nos anclan en un pasado que ya nunca desea volver, como si de alguna forma nos viéramos envueltos en una especie de pensamiento mágico que nos impide ver la realidad y nos intenta atrapar en una ficción pasada que ya jamás quiere volver. A lo mejor, no es que no quiera volver, sino que algo o alguien no le deja volver.
Las experiencias personales en la vida suelen ser complejas y cargadas de incontables e innumerables detalles que atan a las personas entre si o las separan eternamente. Y cuando esto último sucede, en muchas ocasiones no sabemos identificar con certeza lo que ocurrió exactamente, o bien lo sabemos pero de una forma parcial, porque nos falta esa otra pieza de la otra persona que conforma ese puzzle emocional. La mayoría de las veces, es más que probable, que una conversación valiente, una conversación empática, hubiese dado otra solución a la ecuación que nos llevó a ese alejamiento personal. En múltiples ocasiones y tras un lapso de tiempo, las personas se vuelven a reunir, a veces accidentalmente o a veces a través de otras, y de repente surge de nuevo la conexión de forma natural. E incluso, se habla del pasado de una forma distante, y se reconoce que no se sabe por qué se produjo esa barrera invisible. Quizás es ese momento en el que a lo mejor ya no importa tanto, cuando de repente se reconoce el error, la imprecisión, y es cuando se ve la cadena de errores que dieron como resultado ese alejamiento en el tiempo. Y es gracioso, porque casi siempre las personas cuando ven sus errores, los reconocen y los perdonan y se sienten perdonados, y es cuando las relaciones se reestablecen. Por eso, se dice muchas veces aquello de que “el tiempo lo cura todo”, aunque no sea verdad, porque no siempre es verdad. No es el tiempo el que lo cura todo, sino las personas las que lo curan todo. Renunciar al propio orgullo, a ese orgullo excesivo que termina siendo soberbia, es quizás la verdadera clave para recuperar la comunicación y reestablecer cualquier relación. La gente que sabe hacer esto, y sabe tender una pequeña tela de verde plata sobre las heridas de las emociones, consiguen que todo aquello que se convirtió en triste y confrontado, sane, cure y se vea de otra forma y se vuelva al punto en el que todo era natural.
Verde plata, sí, un bálsamo de curación, de paz, de tranquilidad y sosiego, una tarde de verano en el mar con esa luz de atardecer y ese color de la calma y el frescor en un día muy cálido.