La vida está llena de momentos que requieren la acción, y en otras ocasiones la inacción, o la ausencia de acción, el ying y el yang, el bien y el mal, el sonido y el silencio. Antagonías que definen la existencia y como la gestionamos. Porque a veces ese ruido incesante que no nos deja pensar, que nos emborrona la mente, que nos aplaca, que nos aturde los sentidos, necesita ser contrarrestado por esa calma, esa necesidad de escucha, de silencio, que nos permita escuchar con nitidez lo que nos circunda. El silencio es tan necesario como el ruido, como los sonidos acompasados de una conversación o una música, es el perfecto contrapunto a ese alboroto de notas y palabras que se almacenan a nuestro alrededor, llenando el ambiente de información, muchas veces necesaria, pero otras tantas quizá no tanto. Muchas veces alejarte del ruido y de la conversación innecesaria es una necesidad, un momento de relajación intelectual, una catársis del cuerpo y de la mente para poder encontrar el equilibrio y la estabilidad entre lo dicho y lo no dicho. El silencio es esa presencia en ausencia de sonidos, ese estar pero no estar, esa a veces inquietante ausencia de información y otras esa sanadora ausencia de la misma. Un vivir y un sinvivir al mismo tiempo.

Y luego están esos silencios que no dicen nada pero lo dicen todo, quizá por la expresión o por ausencia de la misma. El silencio puede significar tantas cosas que por ello es tan difícil analizarlo. Puede ser sinónimo de atención máxima en espera, como ese francotirador agazapado que espera su oportunidad para disparar y conseguir derribar a su oponente. Pero puede ser el sinónimo de la prudencia, de aquel que espera que la tormenta de ruido y palabras desordenadas termine para poder dar paso a un orden equilibrado de la conversación. Pero también pueden ser sinónimos de curación, de alejamiento por necesidad de distancia, de olvido consciente o inconsciente, de preservación del espacio y de la integridad, de evitación del conflicto, y quizá todos a la vez en ocasiones. En inglés hay dos frases que evidencian la ausencia de información, y ambas exponen lo distintas que son sus interpretaciones, una es «no news, good news» y otra es «no news, bad news». ¿Cual es la buena? Pues lo cierto es que no hay ninguna buena ni mala intrísecamente, sencillamente depende de la situación. Es muy difícil leer un silencio, porque la ausencia de información marcan el acontecimiento de forma muy patente pero a la vez esquiva y silenciosa. ¿Con cual te quedarías? Pues bien, entiendo que no hay recetas, depende de la lectura de la situación.

Aquí podemos introducir los llamados silencios incómodos como un categoría muy interesante a tratar. Hay un aspecto que marca mucho esos silencios, y es sobre todo quien los ejecuta y quien los espera. Un silencio incómodo es un silencio donde alguna de las partes o incluso las dos, de alguna forma espera información, lo cual hace de ese silencio un vacío enorme, que más que un silencio, parece una enorme conversación vacía de sonidos apagados y de ideas no expresadas. En ese espacio se genera una lucha interna por entender el vacío, la nada, la ausencia, el porqué, pero casi nunca se llega a saber la razón, tan sólo se debe esperar a que una de las partes desbloquee ese silencio incómodo, insalvable, inaudible. Hay veces que tras esos silencios hay castigos, como la famosa ley del hielo por la que muchas parejas castigan a su compañero, hay inseguridades ante situaciones ocurridas, hay resquemor u odio entre las partes, hay amor no resuelto, hay intento de olvido, … pero sobre todo hay mucha incomunicación, ¡qué obviedad, no!

Y hay también silencios incómodos de distintos tipos. Están aquellos que se producen cara a cara con alguien a quien tenemos que frecuentar porque no tenemos otra opción. Y luego están esos otros silencios incómodos que se producen cuando dejas de comunicarte con alguien con quien tuviste gran contacto, pero que inexplicablemente ya no tratas. Es como una barrera invisible que se crea por las dos partes, de forma que nadie parece saber o querer franquearla, donde el silencio es como un pacto de inacción verbal por el que las dos partes parecen no entrar en dialéctica. Ese vacío silencioso muchas veces se llena con ideas de como estará la otra persona, qué es lo que hará, qué es lo que pensará. Es algo peculiar que hacemos las personas, no sé muy bien si para protegernos o para limitar las interacciones con los demás, cuando algunas personas dejan de estar en nuestra órbita. Pero lo cierto es que múltiples veces no sabemos ni como hemos llegado allí ni cómo debemos continuar, por lo que dejamos todo en ese silencio que en el fondo nos incomoda y nos pregunta de vez en cuando por qué.

Está claro que el ser humano es un ser comunicativo, por necesidad, por adaptación, por reproducción, por socialización, y por esencia intrínseca de nuestra condición de ser vivo en nuestra relación con otros, ya que la relación es una de las condiciones indispensables que manifiesta cualquier ser vivo como característica de serlo. Así que la comunicación es un acto consciente de relación con nuestros congéneres y otras formas de vida, y por tanto nuestros silencios también lo son, en un mundo de sociedad, de socialización y civilización que nos une en nuestros problemas e inquietudes vitales. El silencio articula, como lo hace igualmente la música, esos espacios necesarios de ausencias y de descansos emocionales, que hacen que el sonido de las notas se aprecien con mayor presencia, para que el discurso de la palabra o de la serenata sea más emotivo y auténtico. La incomodidad al final tan solo depende del interlocutor y sus expectativas ante el discurso de la palabra y la música. El silencio sólo es silencio, ausencia y al fin y al cabo la nada, en un cerebro que necesita rellenar de información sus redes interminables de datos y alimentar su ansiedad y angustia ante la ausencia.

Por ddreams

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