Hay hombres y mujeres de mirada larga, y otros de miras cortas, muy cortas, y entre ellos se sitúan una gran legión de hombres y mujeres que simplemente miran pero no ven o ven pero no miran. Pero, ¿qué esconde una mirada larga, una mirada profunda, una mirada que podría atraversarte como si de un láser se tratara? Todos nos hemos topado alguna vez con alguna persona que no habla demasiado pero que te mira profundamente como si tuviera el superpoder de atravesar tu cuerpo y tu alma, y desgranar tus pensamientos y tus sentimientos. Pero, eso no existe, no, aunque sí existen personas capaces de ver más allá y de comprender sin quedarse en la superficie, en lo supérfluo. Hombres y mujeres que poseen ojos penetrantes e implacables que recuerdan a los de un lobo alfa, azules casi grises e inmóviles, y que observan impasibles los movimientos que les rodean.
Y normalmente, no se quedan ahí, en esa mirada y ya está, sino que suele ser el preludio de una decisión o actitud poderosa, atractiva y dominante, que sacude el centro de la sala o del debate, o sentencia con una frase para enmarcar, o quizá sencillamente callen porque es irrelevante, y su silencio sea tan elocuente como su discurso. Aquel que dispone de esa mirada larga, es el que se sabe merecedor y guardián del saber y de la palabra exacta y correcta que zanjará la cuestión, el que conoce los límites del saber y de la ecuanimidad y equilibrio de las cosas.
Cuando pienso en ello, siempre visualizo a ese gran jefe de tribu india que mira con semblante impertérrito y serio, como si te estuviera perdonando la vida, y que parece escanear tu mente con su mirada, como si fueras transparente para él, esperando que tus palabras y acciones te delaten y denoten qué o quien eres. Es ese momento el que él espera para saber qué tipo de persona eres, si eres de los que hablan enseguida y demasiado, o por el contrario de los que esperan a ver cual es la situación y como se desarrolla para introducirte en ella. Te evalua y te escudriña como una rapaz a su presa.
Una mirada larga, penetrante, sin pestañear, poderosa, observadora, es siempre inquietante, perturbadora, misteriosa, amenazante. Quizás todo a la vez o quizás sólo en parte. Lo que sí es, es que suele ser muy magnética y atrayente, a la vez que atemorizante. Aunque esto último puede que también dependa de la imagen externa que proyecte la persona que tiene esa mirada. E implica seguridad, aplomo, fortaleza, conocimiento y sabiduría, temple, saber estar y misterio.
¿Tienes esa mirada larga? ¿Tienes esa mirada penetrante? Lo más seguro que no, ya que esa mirada requiere de años y experiencias de vida a las espaldas, de batallas ganadas y perdidas, de muchas dudas y luchas internas por alcanzar el orden total, la magnificencia de la sabiduría y la maestría en el arte de la comunicación, la empatía y la justicia. Si quieres tener esa mirada larga, deberás empaparte de vida, de experiencias, de pérdidas, de tristezas, de alegrías inmensas y de dolores extremos, y deberás adquirir el poder del control y la templanza, el poder del discurso y la palabra, la llave del conocimiento y la puerta del saber. Ahí habrás llegado a esa meta donde tu mirada sea larga, intensa, penetrante y sincera, con una carga total de madurez y con esa intensidad de un adolescente. Estarás preparado para ser el jefe de la manada y el referente de tu clan.