I

El ser humano habitualmente peca de soberbia en su pensamiento de lo que cree como conocido, y de generación en generación, en el mundo que vivimos de progreso, descubrimos una y otra vez nuevas tecnologías, nuevas formas de comunicarnos, avanzamos en el arte del engrandecimiento de nuestro conocimiento, pero a pesar de todo siempre queda tantísimo por saber, y es tan vasto el conocimiento que se tiene por delante, que nunca resulta suficiente. Seguramente otras sociedades pasadas también experimentaron la sensación de avance, de estar en un momento de auge, pero inevitablemente el mundo avanza en tecnologías y mejoras que nos facilitan la vida, y sin embargo seguimos sin saber muchas cosas de nuestra propia naturaleza. Muchas de estas cosas probablemente son mucho más importantes que los propios avances tecnológicos en términos de bienestar.

Últimamente me llama la atención el auge de las corrientes que abogan por el mindfulness, el yoga, la meditación, el autoconocimiento, etc. Es bastante peculiar esta tendencia, y por otro lado muy interesante, pero a veces tengo la sensación de que todo aquello que no se hace de forma espiritual, sino más bien industrial y como si se tratara de otro producto que comprar, deja de tener su verdadero sentido. Y es que todas esas técnicas probablemente están apuntando al mismo lugar, a la introspección psicológica y hasta física, que nos puede hacer equilibrar mejor nuestro mundo interior, pero eso no creo que se pueda conseguir, salvo que se realice de forma consciente y espiritual, con unas características muy particulares, que nos permitan de verdad alcanzar un estado distinto de conciencia.

Lo cierto es que creo que la verdadera mejora en el ser humano y su bienestar está en su interior y el alcanzar ese lugar es alcanzar el mayor de los tesoros conocidos. Es lo que muchas culturas conocen como la iluminación, el nirvana, etc. Se trata de algo que no es ningún tipo de paraíso físico, sino más bien espiritual, que lleva al ser humano a otras cotas de conocimiento y de integración en el universo que nos rodea, una elevación espiritual que sitúa al ser humano en otra cota de comprensión de la vida. Aunque quizá eso se contrapone enormemente con la idea tan materialista que impera en el mundo de hoy en día.

Y esa espiritualidad sospecho que está íntimamente relacionada con nuestra glándula pineal, lo que los hindúes llamaban el tercer ojo, o ese ojo de Horus egipcio. La glándula pineal es un órgano del cuerpo humano en forma de piña, de ahí su nombre, y que es un ojo atrofiado que evolutivamente quedó hundido en el cerebro (aunque algunas especies de reptiles los mantuvieron en la superficie, mostrando 3 ojos), que es sensible a la luz y regula los ritmos circadianos del cuerpo humano. Hay quien, léase René Descartes, declaró que en ella residía el alma, nada más y nada menos. Experimentos con sustancias psicotrópicas parece que demuestran su capacidad para regular y gestionar procesos complejos de la mente. Y aquí tengo una sospecha todavía más grande y poderosa, y es que la glándula pineal es algo más que un gestor corporal de ritmos vitales y fundamentales, es una poderosa antena emisora-receptora, que probablemente nos conecta con algo más grande y hermoso como es el cosmos. Y sino ¿cómo se explican tantas confesiones de experiencias con seres interdimensionales en pacientes sometidos a DMT, Ayahuasca y otras sustancias? Creo que este es el mayor de los secretos del ser humano, que incluso él mismo desconoce.

La glándula pineal es ampliamente conocida en círculos reducidos, y ha pasado de generación en generación a través de hermandades y procesos iniciáticos de chamanes y sacerdotes de distintas religiones, sabedores de que en esa verdad reside un gran poder que maneja gran parte del devenir de la humanidad. La religión cristiana no oculta su importancia con báculos cuya forma en su asidero es una piña, o representaciones de una piña gigante en el mísmisimo Vaticano. Pero si retrocedemos en el tiempo, podemos ver a culturas mesopotámicas manejando báculos con formas simbólicas similares, o piñas que sobresalen de esas cabezas budistas. E incluso yendo más allá, parece que en todas las religiones, los grandes mandatarios utilizan grandes sombreros de forma alargada, como una prolongación del cráneo, que se puede observar en los papas cristianos, en los faraones del Antiguo Egipto o las ilustraciones de dioses y grandes personajes mesopotámicos, e incluso en las representaciones mayas y aztecas, con esos cráneos alargados. Esos cráneos alargados que aparecen en distintas culturas del mundo, sobre todo en la realeza, quizá tengan que ver con una realidad común, y es ese afán por mejorar la comunicación a través de nuestra gran antena cósmica, para comunicarnos con los dioses, o más bien con entidades de otros mundos, en una especie de internet cósmico, que quizá nos una a todas las razas y seres del universo. Los cráneos alargados que aparecen tanto en el Antiguo Egipto como en Mesoamérica, en culturas como las mayas y aztecas, parece que intencionadamente buscaban deformar el cráneo, produciendo una alargamiento del mismo, y generando unas formas cónicas en las cabezas muy peculiares. ¿Por qué realizaban esto? ¿Sólo porque sí? No lo creo. Creo que buscaban la forma de aumentar las capacidades de emisión y recepción con la glándula pineal (en la base de nuestro cerebro).

Hoy en día, las sociedades viven prácticamente de espaldas a la espiritualidad, que no la religión, que no es lo mismo. La religión precisamente está totalmente ligada a la espiritualidad, pero hemos hecho de la religión algo muy manido y carente de contenido, con contenidos repetitivos y excesivamente simbólicos, muchas veces sin saber ni siquiera por qué hacemos lo que hacemos. Por eso la espiritualidad es lo que realmente marca la diferencia, y no tanto si alguien cree en este dios o en este otro de mi conveniencia y afinidad cultural, y a los contenidos de personajes que existieron o supuestamente existieron hace miles de años. La meditación precisamente ataca de una forma inocua el acceso a ese mundo interior y espiritual, sin estar contaminada por ninguna idea preconcebida. Somos nosotros mismos entrando en un mundo sin explorar, donde necesitamos buscar respuestas y conocimiento profundo. Esta meditación, si encuentra el camino hacia la glándula pineal, y abre la puerta de ese mundo, de ese mundo cósmico, lleno de información de otras vidas, de otros mundos, de ese cosmos infinito, es el verdadero camino a la iluminación.

Tengo el pleno convencimiento de que personajes en la historia, como fueron Jesucristo, Mahoma, Siddharta Gautama, y probablemente otros muchos, fueron grandes maestros de esa meditación y personas que dominaron la meditación, y consiguieron por tanto acceder a esa gran antena de comunicación con el universo, como es la glándula pineal, y por ello quizá nos ofrecieron su gran visión mesiánica, que todavía hoy perdura.

Desbloquear el acceso a nuestra glándula pineal no es tarea fácil y probablemente no todo el mundo pueda conseguirlo. Diferencias entre individuos marcan un mejor o peor acceso a ella, pero indudablemente el trabajo de meditación y de intercomunicación pueden ser claves para su apertura, y por supuesto una temprana predisposición a esa labor, ya que con la edad el acceso se vuelve casi imposible, ya que su acceso está casi negado.

Esta es una meta personal e intransferible, de cada ser humano, que cada uno deberemos o deberíamos realizar, si es que lo queremos, y donde no hay manuales ni guías de cómo llegar a ello.

Sólo queda recordar por qué muchas civilizaciones antiguas nos hablan de estas cuestiones, como por ejemplo el caso de la India, con ese tercer ojo y esos chakras, que parece realmente venir del pasado ancestral, cómo si hubiesen podido descifrar de una forma consciente todo ese enigma y el camino hacia lo obvio, pero que a pesar de estar enfrente nuestra, no sabemos cómo llegar a él.

La iluminación es el camino más elevado del hombre, y el que debe recorrer si quiere alcanzar las cotas más elevadas de la vida. La meta es incierta, terriblemente incierta e insegura, pero seguramente en el camino encontremos muchas satisfacciones y al final, probablemente la verdad de nuestra existencia y de nuestro universo, formando parte de un todo inabarcable.

Por ddreams

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