Soledad, ¡qué palabra más inquietante! Siempre la asociamos con algo negativo y es cierto que al ser humano no le gusta estar solo. Somos seres sociales y necesitamos la compañía y el calor de la gente que nos quiere fundamentalmente.
Lo cierto es que hay dos tipos de soledad: la que eliges y la que no eliges. Y como se puede adivinar a simple vista son radicalmente distintas. La soledad que eliges es una soledad de retiro, de necesidad de encontrarte a ti mismo, de búsqueda del ser interior y de la esencia propia de uno mismo. Volver a tus propias raíces, esa persona que eras y que eres, que desarrolla todo cuanto quiere y necesita en su vida para sentirse realizado. Esa soledad es una soledad de silencio, de pensamiento profundo, de introspección, de autoanálisis, y de ella se sale reforzado interiormente y quizá como otra persona. Es casi como la metamorfosis de un gusano en mariposa, una transformación personal.
Y la otra soledad, la que no eliges, ya no es tan beneficiosa, y por la cual puedes llegar a sentirte ausente hasta en un grupo numeroso de personas. Es esa soledad de quien se siente incomprendido, fuera de onda, en otra frecuencia mental, sólo dentro de ti mismo frente a un grupo de gente que muchas veces te aísla conscientemente, bien de forma intencionada bien de forma no intencionada pero igualmente dañina, ya que se trata de la ignorancia de la propia presencia.
Es curioso observar en muchas personas una absoluta ausencia de empatía ante la soledad de algunas personas. No sienten curiosidad y cercanía por otras personas, aunque sólo sea por acercarlas al grupo y hacerlas partícipes. A veces incluso hay gente que percibe a la gente solitaria como una amenaza, ya que el no saber lo que piensan les causa bastante desazón, y por ello suelen actuar con agresividad ante quien calla o bien no se manifiesta con profusión.
También es verdad que hay que saber estar solo, y realmente no es fácil. Diga lo que diga cualquiera, no es fácil. Al final, terminas hablando al coco como en la película Náufragos de Tom Hanks, o terminas hablándote a ti mismo para escucharte. Bueno, esto sí que es realmente interesante porque parece ser que hablar sólo no es de locos. Yo he llegado a buscar sobre esto, ya que me preocupaba a veces encontrarme hablando solo con algunas cosas. Quizás será la soledad de no poder compartir el conocimiento como uno quiere. Todos necesitamos sentirnos escuchados. Y la verdad, después de leer sobre ello, no sólo se me quitó de la cabeza cualquier preocupación por alguna deficiencia o problema personal con ello, descubrí que parece que es más natural y normal de lo que parece y que es un mecanismo que utiliza el ser humano para fijar el conocimiento, y que además resulta que es inteligente, ahí es nada. Descubrí que cuando se habla en alto aquello que uno lee, esto se recuerda mucho mejor y refuerza mucho la memoria, lo cual me hace pensar fuertemente en lo importante que es esto cuando se estudia, y como muchas personas hacen esto de forma inconsciente o más bien subconsciente, sabiendo que esa forma de estudiar les da más fuerza mental y memorística.
Lo cierto es que personalmente y debido a mi forma de ser, quizás conozco bien la soledad en sus múltiples formas. Conozco la sensación de soledad más gratificante, esa que te permite encontrar ese espacio personal de disfrute, aprendizaje e introspección, al igual que conozco la más aterradora y desgarradora en la que nadie te puede ayudar más que tú, donde te sientes desvalido, triste, buscando la salida. Pero supongo que no seré el único que tenga estas sensaciones. Digo yo, que casi todo el mundo alguna vez ha sentido o siente esa soledad que sobrecoge, esa que no tiene piedad y sólo deja un silencio inabarcable, en la que sólo estás tu y tu problema y lo sabes. Eso sí, si sabes salir de ella, si sabes lidiar con ella, se puede decir que eres una persona realmente valiente y fuerte, aunque te deje las huellas de la nostalgia y la melancolía. Hay personas a las que extrañamente la melancolía les molesta, y no sé por qué razón es. No es más que un estado de transición en el que el ser humano se cura de sus pensamientos e intenta buscar recuerdos mejores para sentirse mejor, pero en sí mismo no es mala. Son momentos de reflexión. Esa soledad es la soledad de la pérdida de seres queridos, de pérdida de alguien o algo tan valioso para ti que casi duele físicamente. Cuesta mucho sobreponerse de ella ya que suele ser persistente y tenaz en su aparición, sobre todo en los momentos de aparente relajación mental. Por ello, una buena solución y salida a tamaña soledad es buscar actividad donde se obligue uno a interaccionar con otra gente. Pero es verdad que aunque eso mitiga mucho de ese tiempo de congoja y soledad, nuevamente nos asalta en esos momentos de tranquilidad personal.
Pero, ¿se puede estar solo con mucha gente a tu alrededor? Pues sí, claro que se puede, cuando tu mente no está en sintonía con lo que los demás están, cuando tu mente divaga o navega por otros mundos en busca de algo, cuando buscas comprensión y una oreja que te escuche, porque quizás tienes mucho qué decir y quizá no es nada convencional o incluso políticamente correcto. Sí, es posible. Las personas con cierta timidez o introversión tienden a tener un mundo interior muy amplio y amueblado, un mundo de muchos mundos, pensamientos e ideas originales, pero a menudo coartados por la visión mundana de la realidad. Y es ese choque el que hace que eso que existe dentro se quede dentro, porque salir afuera significa someterse al juicio de muchos ante lo distinto, y lo distinto no siempre gusta y se ve con ojos recelosos. ¡Qué se habrá creido! ¡Se cree el único que piensa eso!! ¡Pues qué tontería! ¡Eso ya lo sabíamos todos!! Y la realidad es otra, y es que mucha gente no sabe mucho, porque no suele dedicar casi nada de su tiempo a pensar más que en cosas muy básicas y en tonterías y banalidades, y el pensamiento profundo y distinto a veces se denosta.
Y no voy a decir que me guste la soledad, no, no lo voy a decir, porque no me gusta del todo, sobre todo no me gusta la que no elijo, la que te hace sentir vulnerable, insípido, invisible e inerte ante el resto. Porque si no estás, no existes, no eres relevante para nadie, y nadie te da importancia. Por eso, nos gusta disfrutar de compañía, aunque no sea de mucha pero de verdadera calidad, esa que siempre daría lo que fuera por ti, esa que aun en silencio sientes su aliento, su cercanía, su movimiento, sus pequeños ruidos, sus lamentos, sus risas, su voz. ¡Qué importante es la voz!! Parece que una voz nos llena el cerebro, y podemos recordarla aunque pasen cientos de años en nuestra cabeza. Esa voz incluso de aquellos que ya no están pero que nos acompañan con su voz en nuestras cabezas. Es pura magia poder escuchar desde la distancia de nuestros recuerdos a todos a quienes alguna vez amamos u oímos en nuestras vidas.
Pero no todo va a ser malo, ya que a veces estar a solas es sinónimo de algo bello y maravilloso, o es que acaso no nos parece increíble encontrarnos a solas con aquella persona a la que amamos. Esa soledad tiene trampa ¿verdad?, sí es verdad, ahí no estás solo, he hecho trampas, estar a solas con alguien a quien verdaderamente quieres es lo mejor que te puede ocurrir en la vida, pero realmente no es estar solo. Son los momentos más inolvidables que se recuerdan por siempre, todos esos momentos de esos tu a tu con tu alter ego, esa otra parte de quien te admira, te desea, te siente y te respeta, y te hace sentir la persona más feliz. Pero eso no es soledad, esa es la compañía que todo el mundo desea, y con eso no se necesita casi nada más o al menos para muchos es suficiente.
Esta vez no os voy a animar a estar solos, de ninguna manera, pero si lo necesitáis, buscad la soledad porque también aporta, sobre todo cuando necesitamos esa introspección y búsqueda.
Así que desde el infinito y más allá del espacio solitario, un beso para todos, que así me siento más acompañado, aunque sea con las palabras.