¡Magia, qué bonita y evocadora palabra, la verdad! Ver magia es algo que nos deja perplejos, atónitos, sin palabras, … Yo he tenido la oportunidad de estar frente a un mago que me hizo desaparecer un bolígrafo ante mis ojos. Y sinceramente, todavía hoy sigo preguntándome cómo lo hizo. Casi siempre se trata de fallos en la atención en el ser humano, fallos en nuestro software biológico que hace que algo que aparentemente debería ser algo detectable a simple vista, no seamos capaces de advertirlo. Eso es la magia, la capacidad de hacer cosas imposibles aparentemente, cuestiones que desafíen a la física o a la razón de una forma evidente nos resultan mágicas.
Pero yo no quería hablar de esa magia, la de los trucos y la prestidigitación, sino más bien del pensamiento mágico, de ese pensamiento que de cuando en cuando se apodera de nuestros pensamientos y termina condicionando nuestra razón aplicando parámetros mágicos en nuestra mente. En concreto, a esos mecanismos por los cuales nuestros pensamientos se ven condicionados y afectados por otros que tienden a atribuir propiedades mágicas a los eventos sin atender a la lógica ni a la razón. Suele tratarse de todo aquello que se encuentra en la frontera del conocimiento, o está fuera de la lógica o quizás en zonas donde la lógica es más difusa e imprecisa, pero donde necesitamos imperiosamente dar una explicación a lo sucedido. Aquí es donde nuestra mente empieza a tratar de aplicar su propia lógica y, si cabe, busca mecanismos adicionales para poder explicar todo aquello que nos acontece. Pero, ¿todo pensamiento que va más allá de una lógica convencional y tradicional lleva razón en sus postulados? ¿Puede una lógica más arriesgada tener mayor certeza en su encaje con la realidad? ¿Por qué unas lógicas son más aceptadas que otras? Respondiendo a esto último, creo que esto es así porque la lógica de los acontecimientos es algo que también se relaciona con la probabilidad de que estos ocurran. Pongamos ejemplos.
Supongamos que nuestra realidad se ve afectada por un evento sobrenatural, ya sea climático, físico, catastrófico, espiritual, etc, es decir, nos vemos sometidos a una realidad altísimamente improbable como pueda ser el contacto con unos seres extraterrestres o entidades no corpóreas. Sí, sí, ya lo sé, sé de lo improbable que resulta, e incluso lo poco aceptable que supone, pero imaginemos por un momento que sucede, y de verdad, nosotros en nuestra realidad cotidiana y habitual, nos vemos sometidos a un encuentro de tal magnitud. Ya de primeras, resulta casi imposible relatar este suceso sin despertar risas, incredulidades y sornas de todo tipo, pero si en algún momento decidiéramos contar lo acontecido, cualquiera que nos escuchara no podría hacerlo sin pensar si hemos estado afectados por algún tipo de sustancia alucinógena o psicotrópica, evento psicológico disruptivo o situación traumática, y todo eso sin escuchar apenas la historia. Esto quiere decir que este posible evento, al estar situado una zona de la lógica de alta improbabilidad, convierten al mismo en un evento sobrenatural e imposible, y hacen de él una realidad fantasiosa, casi sin analizarlo. Así que, en sí mismo se convierte en una realidad paranoide en la que hasta uno mismo se cuestiona si está en su sano juicio o está teniendo alucinaciones. Estas experiencias se aglutinan en torno a todo tipo de situaciones disruptivas que vivimos en la realidad de este mundo tan complejo y en este universo y cosmos tan amplio y desconocido. Nuestra realidad está plagada de acontecimientos que nuestros propios sentidos no son capaces ni de sentir ni de interpretar, con lo que es muy posible y probable que haya más cosas de las que conocemos, dimensiones y realidades distintas con estímulos y percepciones diferentes.
Y ¿qué hay de eso del pensamiento mágico? ¿Por qué pensamiento mágico? Bien, porque se trata más bien de aquellos pensamientos, que llevados por la intuición o por la necesidad, atribuimos a los acontecimientos cuando no podemos darles una explicación lógica que se ajuste a lo sucedido de una forma convincente. Es ahí cuando nuestro cerebro fabrica esos pensamientos alternativos que creen o pretenden dar solución a lo que nos sucede. Esto puede incluir desde remedios mágicos e imposibles ante problemas irresolubles hasta ideas revolucionarias que creen una forma alternativa de visualizar el problema y de resolverlo. Así que, casi sin quererlo, parece que podemos decir que ese pensamiento mágico tiene dos vertientes, una negativa, en el sentido de que esos pensamientos mágicos crearían una realidad alternativa irreal, y otra positiva, que llevaría al descubrimiento de una realidad distinta que enriquecería la propia realidad y su entendimiento.
Pero también podemos movernos a un terreno más mundano, donde una situación que se torna difícil y casi inentendible, y donde nos vemos abocados a explicaciones peregrinas, donde casi diría que cierto pensamiento mágico nos invade para saber explicar aquello que de otro modo queda en el limbo de la indefinición. Y es que la lógica se debe a procesos objetivos y medibles, que cuando están ausentes, debemos ser conscientes de su limitación y desistir en dar una resolución ante un problema del que no disponemos de suficientes elementos de juicio. Emitir un juicio o dar una explicación ante situaciones de las que no disponemos todos los datos para poder explicarlas, no deja de adentrarnos en el mundo del pensamiento mágico.
De todo esto podemos extraer conclusiones importantes:
1. Los sentidos no siempre nos dicen la verdad, y eso lo saben los magos.
2. Cuando no se dispone de suficientes datos para explicar un problema, no debemos explicarlo, sencillamente debemos ser honestos y asumir la falta de información para poder explicarlo.
3. Explicar mágicamente acontecimientos en cualquier orden de la vida, sólo lleva a enormes confusiones, que sólo se pueden deshacer eliminando cualquier axioma o pensamiento mágico.
Y me gustaría despedir este ensayo con una frase del célebre Arthur C. Clarke, que dice así: “Cualquier tecnología suficientemente sofisticada, es indistinguible de la magia”. Y sí, así es, cuando la lógica no es capaz de explicar un problema, es el pensamiento mágico de los individuos el que opera para dar una explicación. Pero no dejemos de lado tampoco a ese niño que siempre llevamos dentro, no dejemos nunca de creer la magia y en la ilusión de los acontecimientos, no dejemos nunca de perder la capacidad de sorprendernos. La vida es una sorpresa constante y permanente.