El maldito amor

El maldito y dichoso amor es algo tan poderoso que mueve absolutamente todas nuestras decisiones en la vida. El amor por la pareja, el amor por los hijos, el amor por una afición, el amor por tu tierra, el amor a tus gentes, … y tantos otros amores que nos guían en la vida. A menudo, sin embargo, olvidamos que esto es así y actuamos de forma mecánica y desmotivada hacia lo que hacemos, es decir, no le ponemos amor y cariño, y ahí es donde empezamos a hacer las cosas mal.

Pero, ¿qué es el amor? ¿alguien puede dar una definición objetiva y exacta? Supongo que no, al menos de una forma totalmente objetiva, pero todos y cada uno de nosotros sabemos reconocerlo en nuestras vidas cuando aparece, cuando desaparece, e incluso en otras personas. Podemos ver ese brillo en los ojos de los que lo saborean, o podemos ver esa mirada perdida en los que lo anhelan o pierden. Así que, de alguna manera, lo sabemos reconocer perfectamente. Sabemos cuando alguien está enamorado, de hecho sabemos que provoca cambios extraños en los comportamientos de quienes lo sufren, haciendo locuras y cosas imposibles con tal de impresionar o agradar a la persona amada. Y también sabemos ver ese gesto torcido, esa cara malencarada, ese ceño fruncido constante, que ataca a todos aquellos que padecen desamor. El desamor es tan devastador como constructivo el amor, ataca a todo nuestro cuerpo dejándolo en situación crítica, física y mentalmente, y puede llevar a la locura transitoria o permanente de quienes lo sufren.

Esto parece que lo conocemos todos, aunque no es cierto, porque el amor sólo se conoce cuando uno ama de verdad, porque sabes realmente lo que duele la pérdida, porque sabes lo que sufres ante la soledad, porque se produce una conexión mental tan profunda que nos ataca el sistema nervioso. Sentimos la extrema necesidad de tener a la persona amada a nuestro lado, y relegamos parte de nosotros mismos en esa persona porque nos produce tal cantidad de endorfinas que es una auténtica droga de placer para nuestro cerebro estar junto a quien amamos.

Pero el amor tiene dos caras, como la electricidad tiene dos polos opuestos, el positivo y el negativo. Esas caras son el amor y el odio. Dicen que del amor al odio sólo hay un paso, y la verdad no estoy seguro de que sea un paso, dos o quizá más pasos, pero parece que toda la carga de amor en una persona puede llegar a convertirse en odio en cosa de poco tiempo. ¿Y eso cómo puede ser y por qué? Lo cierto, es que las relaciones humanas son extremadamente complejas, y a la vez extremadamente simples, si existe la química adecuada. Bien, bien, llegamos a términos técnicos, pero no, no se trata de esa química de laboratorio, es esa química que hace que una persona y otra persona se atraigan nada más verse. Realmente es verdaderamente inexplicable como en tan poco tiempo dos personas pueden decidir que se atraen tanto como para no querer separarse más, pero sin embargo ocurre. Es la magia del amor. No se puede explicar. Esa atracción mutua es maravillosa, y cualquiera daría lo que fuera por tenerla, si no la ha tenido ya y estar con esa persona con la que se produjo ese choque eléctrico. Pero mantener viva esa conexión eléctrica en el tiempo es una labor más complicada y compleja, o quizás no tanto, pero requiere que ese amor esté sujeto por sólidos cimientos y muros, porque habrá muchos atacantes externos que hagan debilitarse esa atracción. Y ahí es donde surgen muchos factores que hacen a esas parejas unidas fortalecerse en el tiempo, como son la complicidad, la generosidad, la empatía, la confianza. Todas ellas velan por la salud del amor y por la fortaleza de esa atracción eléctrica. Por eso, y en respuesta a la pregunta anteriormente planteada, el odio surge cuando todos estos factores disminuyen, debilitando la atracción entre las personas, y crece aquí un sentimiento de resentimiento y culpa hacia el otro por haber traicionado o roto esa atracción que tantas endorfinas producían a nuestro cerebro, y es cuando el miedo ante la pérdida nos empieza a producir cortisol y vasopresina, y empezamos a desarrollar pensamientos negativos y perjudiciales para esa atracción que teníamos. Si eso no conseguimos atajarlo y revertirlo, terminamos convirtiendo esa maravillosa atracción en una repulsión ante la toxicidad de las emociones negativas, y muchas veces convirtiendo en odio ese amor que teníamos.

Las personas estamos programadas para amar, en positivo y en negativo, y así cuando alguien nos cae bien, en el fondo es porque estamos generando atracciones emocionales positivas, y cuando nos cae mal, en efecto sentimos emociones negativas ante la presencia y actividad de esa persona.

La búsqueda del amor es una tarea extraña y mágica a la vez, que requiere coincidir con esa persona, que sin darte cuenta, te llama la atención, te llena y te atrae de forma casi magnética. Lo cierto es que normalmente cuanto más lo intentas menos lo consigues, es como una relación matemática inversa de aquellas que estudiábamos. Y curiosamente, el amor, como dicen, suele pillarnos desprevenidos y con la guardia baja, es decir, que justo cuando no lo intentábamos, va y nos ataca, en forma de situación inesperada, que nos pone a tiro a alguien que parece es quien habíamos estado esperando siempre. Buscamos y buscamos, y resulta que cuando decidimos que ya no queremos buscar porque estamos cansados, el destino parece darnos una oportunidad, mostrándonos un camino perfecto, por el que nos deslizamos sin oponer resistencia. Hemos encontrado lo que buscábamos sin buscarlo. Aunque no es del todo verdad, no, porque en el fondo es verdad que nos habíamos dado por vencidos en la búsqueda, pero por otro lado en realidad estábamos alertas y expectantes ante cualquier objetivo aunque de forma un poco más pasiva. Eso es como dicen del talento y la genialidad, que para que el talento surja su efecto en forma de genialidad, de alguna manera te tiene que pillar trabajando, porque sino no funciona.

Nadie tiene un manual perfecto para el amor, porque es algo tan inexplicable e indomable que por mucho que se ha escrito, pensado y dicho, sigue siendo el elemento más misterioso del ser humano junto con el alma. Es algo que para el ser humano es casi tangible porque a veces cuando lo tenemos, podemos tocarlo, podemos sentirlo, podemos incluso percibirlo en los demás, con lo que hablamos de él de una forma real y existente, a pesar de no tener una forma corpórea o física, porque en nuestra realidad mental está totalmente presente y domina muchas veces nuestros sentimientos y emociones.

Muchos desearían poder tener una receta para cultivar y vender amor, como si se tratara de un perfume, pero el amor es esquivo y depende de tantas y tantas cosas … Va y viene. Hay gente que asegura que se les fué el amor, mientras otros dicen que se enamoraron sin querer, y otros que nunca encontrarán el amor, o que el amor está por todas partes, o acaso que morirían por amor, o incluso matarían por él, pero el amor no es para matar o morir, ¿o sí? El amor lo es todo, nos domina, nos atrae, habla por nosotros, se mueve por nosotros, piensa por nosotros, … Pero ¿qué es el amor?, por favor, que alguien me lo explique, porque después de tantos años creo saberlo, pero luego no, y luego sí, y luego no lo sé … Me tiene loco, sin saber cómo llegar a él, como amaestrarlo, como poseerlo. ¿Qué haríamos sin él? Posiblemente, seríamos seres inertes e insulsos, que nos moveríamos por motivos mecánicos y previsibles, sin solución de espontaneidad y pasión.

¡Vendo frascos de pasión! Sería un eslogan maravilloso, incluso para un vendedor de crecepelo. ¿Y si con un poquito de loción amorosa pudiéramos impregnar de amor a los demás? Sería algo maravilloso. Algo así como un “haz el amor y no la guerra” contínuo donde las personas no estarían enfadadas sino que se agasajarían, se amarían y todo sería idílico. Pero como habréis adivinado, siempre a alguien se le ocurriría crear un frasco de odio, que sería lo contrario, y que iría sembrando de odio y mal todo lo que tocara. Porque sí, es así, el ser humano y la vida, están llenos de esos contrastes, del bien y del mal, del ying y del yang, del amor y del odio, del blanco y del negro, de lo bello y de lo horrendo, y parece que no podemos vivir sin esos contrastes. Pero por alguna extraña razón, nuestra moral y ética siempre nos guía en busca de lo elevado, de aquellos valores que representan la pureza de espíritu, y que generan armonía dentro de lo que nos rodea.

Pero, ¿y si el amor no existe? No, “eso no puede ser” es la respuesta de cualquiera ante esa pregunta, porque todos sabemos que sí existe, y que sin él no podríamos vivir. Necesitamos amar a nuestra pareja, a nuestra madre, a nuestro padre, a nuestros hermanos, a nuestros amigos, a nuestras mascotas. Sentimos necesidad también de ser amados y lo buscamos, porque sabemos que ello nos produce una gran sensación de seguridad y apoyo ante un mundo que en muchas ocasiones se nos presenta hostil.

Si yo pudiera, me gustaría poder vivir continuamente enamorado, porque te infiere una energía extra en tu vida y una pasión desmedidas, que hace que cualquier cosa que hagas la llenes de riqueza de espíritu y de inusitada pasión, pero desafortunadamente no sabemos mantener ese enamoramiento en el tiempo. Aunque también es verdad que si estuviéramos enamorados continuamente, quizá perderíamos la sensación de novedad y ensueño que nos produce, así que supongo que hay que maximizar el enamoramiento en nuestras vidas para sentirnos mejor y alcanzar la ansiada felicidad, que quizás tenga algo que decir en esto también.

En fin, que os quiero a todos. Espero que hayais leído con entretenimiento, pasión y amor esto que he escrito, porque creo que aunque seguramente lo sabemos, es necesario recordar lo obvio y cotidiano del amor en la vida, ya que siempre seremos más felices si reencaminamos nuestra senda de la vida hacia el amor y pasión en todo lo que hacemos y decimos y con todos los que interactuamos.

Por ddreams

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