El conocimiento es algo que realmente aprecia el ser humano, ya que nos hace ser más conscientes y tener una perspectiva más amplia de aquellas decisiones que tomamos en la vida. Y podría parecer que conocerse a uno mismo es algo realmente inmediato y sencillo, ya que no es más que indagar en nuestra propia personalidad y forma de ser y actuar, pero muchas veces exhibimos un mejor conocimiento de los demás que de nosotros mismos. El autoconocimiento es algo nada obvio y fácil para nadie, y probablemente nos lleva gran parte de nuestra vida autoconocernos, y regular algunas cuestiones de nuestra vida que no sabemos modular adecuadamente.

Autoconocerse en muchas ocasiones requiere adentrarse en nuestro propio mundo de emociones y desgranar de alguna forma todo aquello que no sabemos descubrir de una manera transparente y fácil. Introspección, soledad, silencio, pensamiento profundo, … todo eso nos viene a la mente cuando pensamos en cómo sabernos y conocernos. Pero también a veces muchas sesiones de terapia con amigos y familiares, a los que recurrimos con conversaciones profundas y recurrentes, pero los cuales nos ofrecen la visión que queremos y necesitamos tener de nosotros mismos vista desde el exterior.

Hay personas que nunca se llegan a conocer. Sencillamente no son capaces de manejarse a sí mismas en las emociones y en el autocontrol de las mismas. Autoconocerse necesita de mucho autocontrol y autocrítica, y probablemente en muchas ocasiones no estamos dispuestos a someternos a la crítica feroz y tenaz de nuestras emociones, y de cómo podemos controlarlas y modularlas para conseguir una mejor versión de nosotros mismos. Porque esto último es realmente lo que subyace de ese autoconocimiento, la necesidad de ofrecer una versión mejorada de nuestra realidad, de nuestra persona, de limar esos aspectos que a veces nos hacen ásperos, hoscos, pesados o anodinos ante los demás. Llegar a ser capaces de controlar esos momentos es el culmen de ese autoconocimiento, y el mejor exponente de ello quizá sean esos momentos de autocontrol ante situaciones que en otros momentos nos hubiesen hecho zozobrar y caer en el vacío del descontrol emocional, llevándonos a caminos indeseados.

Autoconocerse es ganar una enorme ventaja con respecto a los demás, porque es saber donde están tus límites para bien y para mal, y por tanto saber hasta donde y hasta cuando podemos ponerlos a prueba. Es conocer los límites de tu propia máquina y optimizar tus emociones y tu fisiología en resolver cualquier reto que necesites afrontar. Los resultados del autoconocimiento son múltiples y muy beneficiosos. Te permiten tener mayor confianza en ti mismo, saber hasta donde puedes llegar, asumir los riesgos de la vida con previo conocimiento de si podrás asumirlos a priori, mostrarte al mundo como alguien que tiene confianza en si mismo al saberse por dentro. Pero, ¿y los costes de este autoconocimiento? ¿Cuanto nos lleva llegar a ese estado? Normalmente, es un proceso de años, progresivo y donde se avanza más cada vez que encontramos problemas que nos ponen a prueba, que ponen a prueba nuestros límites físicos y psíquicos, donde a veces se sufren todo tipo de emociones como la ansiedad, la soledad, la ira, la envidia, el rencor, la soberbia, el rechazo …, y que con introspección, calma, resiliencia, autocontrol y estoicismo, se sale fortalecido y sabedor de todos esos momentos y de cómo lidiar con ellos.

La sabiduría personal y al autoconocimiento son dos atributos que suelen ir aparejados y por ello suelen ser cualidades apreciadas en los dirigentes y aquellos que tienen que tomar decisiones porque sus decisiones suelen estar cargadas de gran experiencia emocional y personal de situaciones muy variadas.

Autoconócete, dedica tiempo a la reflexión de todo cuanto haces, con autocrítica y con propósito de mejora, y siempre de una forma contínua, y probablemente consigas una mejor versión de ti mismo progresivamente, hasta ser sabedor de atesorar una gran sabiduría de la vida.

Por ddreams

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