Gritar en el silencio

A veces me he visto en situaciones que no sabía manejar, es más, creo que era incapaz de manejarlas. Luché denodadamente por controlarlas hasta que me desbordaron sin remedio, e inmediatamente entré en una fase de desasosiego tan grande, que no sabía ni que hacer conmigo mismo. Sí, ya sé, ya sé que todo el mundo siempre tiene una solución para los problemas de los demás, aunque curiosamente nunca tiene una solución para si mismo, lo cual viene a ser una suerte de “consejos vendo que para mi no tengo”. Afortunadamente sé que esto es algo que nos ocurre a todos en algún momento de la vida, y nadie está prácticamente exento de ello.

La frustración, la desesperación, el desbordamiento emocional, hacen que la vida diaria, en ocasiones, se torne en un torrente y una agonía de sentimientos a flor de piel. Y mientras intentamos dominar los sentimientos esquivando los recuerdos y los sucesos acaecidos, estos no dejan de sucederse como si estuvieran en un bucle sin fin. Tratamos de buscar la soledad, porque pensamos que esta nos ayudará a solucionar nuestro galimatías mental, pero lejos de solucionarlo, lo agrava, entrando en procesos mentales repetitivos y discordantes. Por una parte, nuestro cerebro trata de deshacerse de esos pensamientos que nos envuelven y tiranizan nuestro pensamiento, pero por otra, subconscientemente no dejamos de querer revivir y desentrañar esas vivencias que nos atormentan, casi de una forma enfermiza. Se podría decir que estamos atrapados en bucles emocionales. Y a veces si no sabemos controlar esa situación, nos llega a dominar y coartar nuestra forma natural de pensar.

En ocasiones en esos momentos de angustia vital parece como que nada puede aliviarnos el alma, y la desesperación nos acosa y se apodera de nuestra consciencia y nuestra tranquilidad. En esos momentos sentimos ganas de gritar, y a veces diría que lo hacemos, pero lo hacemos hacia dentro porque nos avergüenza que nadie nos vea en esas situaciones. Pero cuando podemos gritar de verdad, en un lugar solitario, seguros de que nadie nos va a oir, conseguimos una de las mayores catarsis que se pueden sentir. Parece que todo nuestro cuerpo se concentra en la idea de expulsar por la boca toda la angustia, miedo y desazón que nos deshace por dentro. Y no sabría decir si uno lo consigue, pero tengo por seguro que el resultado siempre es positivo y algo de lo que nos corroe y nos angustia sale escopetado y nos sentimos liberados, aunque sea por unos momentos.

¿Has sentido alguna vez eso? ¿Te has sentido como que nada tenía sentido o que todo lo que habías hecho no servía para nada o sencillamente que no le importabas a nadie o más aun no le importabas a quien tu querías que le importaras? Creo que esto es algo tan humano, que es casi imposible decir que nadie lo haya sentido, y con mayor o menor destreza todos hemos sabido esquivar o aislar el problema, muchas veces apoyándonos en nuestras amistades y familia, y otras muchas digiriendo el problema como uno buenamente puede. Pero al final, siempre hay una parte fundamental que asumimos como nuestra, y donde sólo nosotros podemos corregir y remediar el problema que tanto nos trastorna y nos angustia.

Pero ese grito en el silencio es tan necesario a veces, como necesario es el respirar o beber o comer. Es una necesidad de liberar la angustia que nos atenaza y nos gobierna, es una catarsis sistémica que nos puede hacer liberar todas esas neuronas atadas a esas ideas caóticas y negativas que nos provocan ese profundo desasosiego.

¿Lo habéis practicado alguna vez? Yo lo he hecho, y realmente funciona. Parece como si empaquetaras toda la angustia y malestar en un grito que sale despedido al aire con la fuerza de una voz desatada y desaforada. Yo cuando lo he hecho ha sido muy tranquilizador, pero sobre todo un ejercicio de concentración y sanidad mental fundamental para poder abordar grandes amenazas personales.

Por ddreams

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *