Mi vida me ha permitido ser el público más privilegiado que pueda ser, por poder asistir a una de las mayores historias de amor que se puedan narrar. Me ha permitido ver en primera persona lo que es el amor, y lo que significa de una forma tan profunda y tan rotunda. La resiliencia, la paciencia, el aguante, la pasión, el descaro, la creatividad, la diversión, la emoción, el amor en su más alta expresión. La capacidad para resolver problemas, ajenos y propios, la empatía, la coherencia, la sincronicidad de almas, la comprensión, la regeneración después del daño, el autoaprendizaje. Creo que lo he visto todo, y ayer fui testigo, como muchas otras veces, de ese milagro de la vida, que te hace creer en todo y la profundidad del ser humano. Un pequeño gesto, una caricia, unas palabras tenues, cargadas de emoción y cariño, el sarcasmo de decir «¡hace mucho que no nos peleamos!!» con esa ternura me arrancó una sonrisa, pero no una sonrisa visible, sino una sonrisa en el alma, que hizo que aflorara este sentimiento consciente del que muchas otras veces había sido testigo.
Conforme pasan los años y veo más cosas y más gente, soy más consciente de la vulnerabilidad del ser humano, y de lo que es más importante. Somos nada, y en nada volveremos a convertirnos, y por tanto, debemos asumir conscientemente la necesidad de ser los mejores referentes de quienes nos aman, porque algún día ellos querrán ser como nosotros, aunque sólo sea en una pequeña parte de sí mismos. Por tanto, se hace imprescindible tomar actitudes distintas, donde no haya cabida para el rencor, para la soberbia, para la inquina, para el dolor contínuo sin tregua, y donde la ternura, la compasión, la pasión, la belleza del alma, sean el lenguaje de la vida, y creen el tejido de la comprensión mutua y del amor auténtico.
Pero volviendo a ese pequeño y a la vez gran gesto, me quedé pensando en lo importante que resulta ser amado, el conservar a la persona que amas en el tiempo, y poder reirte de las inclemencias del tiempo en esas tempestades de las relaciones amorosas, que tantas velas y cascos quebraron hasta hacerlas hundir en la tormenta. Saberse en poder de la fuerza y de la verdad del amor es un poder inconmensurable, es tener la fórmula mágica del amor, del triunfo de lo más hermoso que el ser humano pudo descubrir en su existencia. Si finalizas tu vida sabiendo eso, puede que no hayas sabido muchas otras cosas, pero tu alma se llevará el conocimiento más profundo y eterno que puede otorgar la naturaleza.
La ternura me invadió de una manera tan profunda y genuina, que incluso en ese momento estaba siendo testigo de la importancia de esas palabras, y a la vez en un estado de conciencia de lo que estaba presenciando. Casi pude sentir la latencia de aquella caricia que presenciaba, en unas manos ya cansadas pero vivas, y listas para seguir asistiendo al milagro de la vida. Mis sentidos estaban totalmente concentrados en percibir esa ternura, ese contacto piel con piel, ese deslizamiento suave y consciente de esa mano que presionaba con extremo cuidado para no dañar y para dejar claro que tan sólo quería estar y ser. La mano que estrechaba y envolvía en su manto protector su contraparte en esta vida de décadas de avatares juntos. Esas manos que lo habían visto todo o casi todo, y que se habían entrelazado como si hubieran nacido para ello desde siempre. Pero que también habían batallado y luchado en peleas absurdas y torpes que tienen todos los amantes en su vida. Y verlas, acariciarse, tocarse con esa suavidad de quien sabe que eres quien jamás te abandonará, me hacía sentir muy afortunado tan solo de verlo. Y ahí estaba yo, en un día más, de una semana más, de un mes más, de un año más, viendo como aquello sucedía casi a cámara lenta, porque en mi cabeza estaba pasando fotograma a fotograma, con la añadidura de toda esa riqueza sensorial y emocional de presenciarlo.
Sólo deseo en la vida poder llegar a tener eso de forma permanente y latente, como yo lo observo y veo. Es el mejor ejemplo que jamás podré ver, porque me transmite la mayor paz y armonía que mi mente desea. El amor es un conjunto de emociones tan difícilmente explicables, y que unen a las personas de forma tan misteriosa, que cuando lo ves, puedes reconocerlo con una nitidez especial. Es esa sensación de sentirte tan ligado a esa persona, casi como si fuera parte de ti. Ese estado en el que tus emociones y la empatía que sientes hacia ese ser amado, hace que todo cuanto siente sea parte de ti mismo. Dos cuerpos separados por la distancia física de los tejidos, pero unidos por una fuerza sobrenatural que conecta las almas.
Súbitamente, acabo de recordar algo que me impactó casi de forma sobrenatural. Recuerdo cuando mi hijo nació, y pude tomar contacto con su diminuta mano en aquel nido en el que estaba. Su cuerpo latía brevemente, y gemía levemente como si deseara que alguien le envolviera. Y mi mano se acercó sigilosa y reposadamente, y cogí aquella pequeña y minúscula palma con aquellos delgados y diminutos apéndices que salían de la palma, y dejé que mi dedo se posara sobre aquella temblorosa mano que latía y aprendía a moverse en este mundo, y noté como instantáneamente me apretó como buscando seguridad y presencia. Me quedé inmóvil, evitando ningún movimiento que pudiera alterar aquello, como si quisiera retener ese momento en mi memoria, registrando todos y cada uno de los sentimientos y sensaciones que mi cerebro pudiera almacenar en algún lugar privilegiado de mis recuerdos. Esa sensación de presencia, esa transmisión de amor, de calor, de cariño, de seguridad, no se me olvidarán jamás. En aquel momento, y sin saber por qué, me puse a cantar en bajito una canción que nunca hubiera pensado que cantaría, me salió de forma espontánea y con una belleza que hasta a mi me asombró. Estaba solo en aquel pasillo frío y solitario, en aquel domingo de libranza, él y yo, sintiendo lo más básico del ser humano, la presencia, la esencia del alma. Y yo canturreaba aquel «Somewhere over the rainbow» de Judy Garland en el Mago de Oz, una canción bellísima que me acercaba eternamente a aquel que había venido a este mundo a ver a sus progenitores, y a descubrir esta galaxia de emociones que todos los seres humanos disfrutamos.
Ver a dos personas entrelazar las manos es una de las más bellas emociones que un ser humano es capaz de observar en la vida, y debemos ser consciente de ello, y regalar muchas de estas situaciones a todos aquellos que nos emocionan y nos acompañarán en nuestra existencia física.